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Un cuento en fascículos

Qué raro...

Son personas como él pero a la vez muy diferentes. Su cara no tiene ningua de las expresiones que había conocido en el paraíso -¿quizás porque no han experimentado y conocido las mismas cosas?-. Darius no se parecía a nadie de allí.

Trata de defenderse de la avalancha de gente que se choca contra él y que ni siquiera le pide perdón. "No entiendo absolutamente nada", se repite a sí mismo en bajo y con expresión preocupada.

Huele de forma diferente. El sonido del agua, del viento cuando chocaba con las ramas de los árboles, de la música de Hewly... hay un larguísimo etcétera que no esta allí. Tiene miedo y un escalofrío recorre su cuerpo mientras la respiración se le acelera.
Poco a poco va levantando más la voz hasta que chilla con todas sus fuerzas: "¡¡LILITH!! ¡TENÍAS QUE AYUDARME! ¿ES ASÍ COMO PAGAS MI CONFIANZA EN TI? TE LO SUPLICO, ¡AYÚDAME, POR LO QUE MÁS QUIERAS!"

No recibe ninguna respuesta. Se enfada consigo mismo y empieza a dar patadas contra esas extrañas paredes. Un comerciate sale corriendo de su tienda: "¿Pero se puede saber que cree que está haciendo?".
"Yo... bueno, estoy buscando a Lilith, ella sabe el camino. ¿Dónde está?", contesta Narciso esperanzado.
"¿Por qué no te vas a beber a otra parte? ¡No quiero borrachos en mi tienda! ¡Fuera!"
¡Cuánto ruido!

Narciso corre sin rumbo fijo. De pronto, casi le atropeya un autobús público. El chófer le reprende sin reparos, lo insulta y Narciso no puede más. Tira su cesta con las pocas manzanas que tiene y observa impotente cómo ese mismo autobús las aplasta como si fueran hormigas. Rompe a llorar como un niño.

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